Por Angelo Pinto
Fotos: Mariauxi Montaño
El amor por su familia y las ganas de vivir, al igual que el compromiso con sus pacientes, fueron razones por las cuales Nelson Canelón entregó sus pasos a la fe y a la valentía, para así seguir luchando contra una cirrosis hepática hereditaria que progresivamente deterioró su hígado. Esta patología comenzó a afectar su ritmo de vida desde que estudiaba Medicina, y lo afectó mediante una paulatina pérdida de apetito y peso.
Nelson, nacido en Barquisimeto, estado Lara, es médico angiólogo. También es padre de una familia integrada por su esposa Betzaida y sus tres hijos Rocío, Nelson y Moisés. “Cuando me detectaron la cirrosis yo le decía a mi cuerpo que no estaba enfermo; al pensar positivamente el organismo reacciona de la misma forma”, compartió entre risas, además de agregar que prefirió mantener el secreto de su diagnóstico durante tres años para no alarmar a su familia.
“Él nunca dejó de realizar una vida normal, se graduó e inmediatamente empezó a trabajar; simultáneamente realizó su postgrado; siempre fue muy valiente, nunca quiso demostrarnos su enfermedad. Sin embargo, me di cuenta que no podía caminar bien, se cansaba muy rápido, además que el color de su piel se tornaba cada vez más pálido”, describió su esposa.
Con el pasar del tiempo su daño hepático avanzó, hasta que en el año 2003 lo sorprendió una hemorragia esofágica, una complicación provocada por el aumento de la presión dentro de las várices del hígado. “Su médico tratante, Pedro Rivas, también director de Fundahígado, me dijo que habían logrado detener el sangrado, además de hacerle varias transfusiones. Sin embargo, me advirtió que ya el hígado no estaba funcionando, por lo cual Nelson no sería capaz de soportar una recaída”, comentó Marisol Canelón, hermana del paciente.
Recuperación milagrosa
Actualmente, Nelson está por cumplir 14 años desde que volvió a nacer. Fue un 24 de marzo de 2003 que se le practicó un exitoso trasplante de hígado. Se trata de un milagro por medio del cual el cirujano Pedro Rivas, junto su equipo y Fundahígado logran conseguir un donante compatible, según lo explicado por Nelson. “Cuando entré al quirófano me invadieron unas ganas de vivir, tenía un optimismo muy grande de seguir junto a mi familia; mis hijos estaban pequeños”.
La recuperación de un paciente tras el implante de hígado depende de su biología y edad; generalmente pasan 15 días para que éste pueda sentarse y dar sus nuevos primeros pasos. Sin embargo, los avances de la ciencia y lo inexplicable de una fuerza divina lo sorprendieron mediante una asombrosa y rápida recuperación; ya que al noveno día de la intervención estaba dándole vueltas a la cama y caminando por los pasillos del tercer piso de aquel edificio de la Policlínica Metropolitana.