Siente orgullo de su manera activa de vivir. No se siente minusválido pero sí un sobreviviente, aunque confiesa que no vive como un trasplantado: hace su cola en el banco y trata de llevar la vida con la mayor normalidad posible.
¿Quién es Libardo?
Optimista. Repleto de ideas y proyectos, no permanece quieto ni un segundo, porque quiere cambiar el mundo y ser parte de la historia. Está convencido de que los cambios los producen los que se empeñan en algo y luchan por ello. Libardo, con 48 años de edad, cuenta que fue trasplantado el 19 de septiembre de 2005; en 1999 había sido diagnosticado con fallas hepáticas y presentó crisis en 2002, pero entró en la lista de espera a principios de 2005.
Considera que el apoyo de su familia y sus amigos fue determinante para el éxito de su recuperación, que califica del 1 al 100 como de 1.000: «Su gesto de apoyo me dejó saber que sí existe el amor en la humanidad». Piensa que el grupo de médicos que lo atendió fue de alta calificación y a todos les está por demás agradecido. Reconoce en el doctor Pedro Rivas a un médico ejemplar, al que tiene como modelo para su actuar en la vida profesional, pues asegura que -no siendo médico como él- aplica ese ejemplo para hacer mercadeo social en sus labores al frente de la fundación amigos del enfermo hepático (fundahe) de la cual es presidente. Esta organización tiene principios de bien social cuyo capital es, en sus palabras, «El prestigio de que todo lo iniciado se ha realizado y concluido con éxito».
«Yo sentía un gran vacío en mí. No estaba marcando la pauta de nada. La enfermedad trajo un momento de renovación a mi vida. En estos 11 años como trasplantado he vivido más que en los años anteriores a mi trasplante». Adicto al trabajo como se confiesa ser, se siente un engranaje para encaminar proyectos que benefician a niños y adultos que ya han recibido un trasplante de órganos o se encuentran en cola de espera para recibirlo, y tener así -como él – la posibilidad de seguir viviendo. Cuenta, con la facilidad de expresión que lo caracteriza, que a través de un programa de discovery channel sobre trasplante de órganos y trasplantados fue que él comprendió lo grandioso de ser trasplantado, y tomó consciencia de pertenecer a un reducido grupo de sobrevivientes, como lo son en el país, pero también en el mundo. Se reconoce como muy responsable a la hora de atender sus calendarios de exámenes de control, considera a los medicamentos -prescritos de por vida- como verdaderos amigos a quienes mira con amor convencido de que eso ayuda.
La voz de un sobreviviente
«Como ser humano me siento pleno. Soy muy feliz. Peleo mucho», dice Libardo.
¿Con quién?
Con todos, cuando las cosas no se hacen como creo que se deben hacer para garantizar el éxito», contesta. Confiesa pecar de defectos, a los que trata de transformar en virtudes.
Pienso que mi yo de ahora, el Libardo actual no es humilde, que siempre le gustó hacer bien todo, y remonta su relato a momentos anteriores a su trasplante cuando era un exitoso vendedor de autos en la capital del estado Sucre, mientras cursaba derecho en la universidad Gran Mariscal de Ayacucho. Sus estudios los debió abandonar a causa de la enfermedad.
¿Un sueño que aún no has logrado?
Enfático responde, «ser abogado».
Pero Libardo ya se ha ocupado de tramitar la reválida que le permita darle continuidad a sus estudios de derecho en la universidad Central de Venezuela, ya que como abogado quiere defender causas, con aspiraciones a ser profesor, convencido de que para cambiar el mundo hay que apoyar la universidad y los procesos educativos.
«Ser profesor también cambia el mundo».
Libardo Laurens.
¿Lees mucho?
«Sí, leo desde los 4 años. A esa edad leía suplementos de condorito; pero muy pronto comencé a leer novelas venezolanas -que es el género que más me gusta- y entre mis favoritas están los amos del valle de Francisco Herrera Luque (que me leído tres veces), Doña Bárbara de Gallegos, seguida de la trepadora y de canaima. También soy sensible a la historia y la filosofía».
¿Un consejo para tu hija Briggitt y tu hijo Eliseo?
Que luchen por lo que crean justo, estudien y lean porque eso es lo que dará fortaleza a sus argumentos en la vida, pero sobre todas las cosas que se amen mucho.
Siempre soy contundente. La verdad es que quiero marcar pauta en las asociaciones de trasplantes; quiero que una calle lleve mi nombre; que en una plaza se coloque algún día un busto mío, y mis hijos sientan orgullo de mis logros. ¿Es mucho pedir?», pregunta quien le pide a la vida más tiempo.